Los fuegos se encontraron,
chocaron sus caras flameantes,
se abrazaron y sintieron sus corazones de lumbre;
se dieron cuenta que estaban hechos de lo mismo,
que se prendían al unísono,
que juntos podían parecerse al sol,
ser un sol demasiado vivo,
que si algo se les acercara se consumiría.
Sentían que de sus manos
se desprendían lenguas rojas y naranjas
y sus ojos sólo veían luz;
se juntaron tanto que sólo veían luz,
alrededor de ellos nada más existían llamas,
se envolvieron en ellas
como si se sumergiesen en un mar de lava;
con sus bocas se quemaban mutuamente,
sus alientos podrían incendiar mutuas soledades.
La nariz de cada uno olía calor,
el calor que desprendía el otro,
las llamas de cada cual se revolvieron
como una maraña pirotécnica.
No podrían soltarse ambos,
además no querían hacerlo,
su fuego siguió creciendo
y fueron notables
como una bengala en un cielo negro:
su luminosidad alcanzó
hasta donde ellos podían mirar,
el alcance de su vista
era el límite de su fuego,
se siguieron incendiando,
quemándose su corazón y su cuerpo,
crecieron y ardieron intensamente,
y tanto fue el fuego
que desaparecieron también al unísono,
se absorbieron mutuamente.
Un corazón de lumbre
carbonizó a otro corazón de lumbre.
Juntos se deflagraron,
uno calcinó al otro.
Mientras más crecían,
mientras más se juntaban,
se quemaron apasionadamente
en llamaradas de amor.
chocaron sus caras flameantes,
se abrazaron y sintieron sus corazones de lumbre;
se dieron cuenta que estaban hechos de lo mismo,
que se prendían al unísono,
que juntos podían parecerse al sol,
ser un sol demasiado vivo,
que si algo se les acercara se consumiría.
Sentían que de sus manos
se desprendían lenguas rojas y naranjas
y sus ojos sólo veían luz;
se juntaron tanto que sólo veían luz,
alrededor de ellos nada más existían llamas,
se envolvieron en ellas
como si se sumergiesen en un mar de lava;
con sus bocas se quemaban mutuamente,
sus alientos podrían incendiar mutuas soledades.
La nariz de cada uno olía calor,
el calor que desprendía el otro,
las llamas de cada cual se revolvieron
como una maraña pirotécnica.
No podrían soltarse ambos,
además no querían hacerlo,
su fuego siguió creciendo
y fueron notables
como una bengala en un cielo negro:
su luminosidad alcanzó
hasta donde ellos podían mirar,
el alcance de su vista
era el límite de su fuego,
se siguieron incendiando,
quemándose su corazón y su cuerpo,
crecieron y ardieron intensamente,
y tanto fue el fuego
que desaparecieron también al unísono,
se absorbieron mutuamente.
Un corazón de lumbre
carbonizó a otro corazón de lumbre.
Juntos se deflagraron,
uno calcinó al otro.
Mientras más crecían,
mientras más se juntaban,
se quemaron apasionadamente
en llamaradas de amor.
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