sábado, 21 de julio de 2007

PARA LEER CON GANAS --- De lirismos y otros delirios

DE TODO...
Textos literarios hechos en clase
Infamia Emocional
Trato de impactar el pequeño semblante de mi alma, con el símil de tus caricias en mi almohada. La razón perfecta fue agudizar esta discreta ausencia de sentimientos, con el espectáculo acuoso de tu alma. Enfatizando tu precoz manera de recibir o expresar cariño, con la semblanza de esta afición situada en lo más oscuro de tu ser.

Guardando distancias, externando extraños lazos de amargura y codicia; suspicacia maldita que no deja enfatizar tu ternura, caricias, y un poco de lo tuyo (qué es más mío que tu destino). Extraña esencia que nos deja en equidad, detrás de esta aflicción sin sabor.

Volviendo a lo mismo. Tú, ajena a mí. Situada al final de la alcoba, pensando que la realidad excede la fantasía. Que la atroz pasión guardada en el menguante de tu ser supera los límites del aprecio establecido por tus locas maneras de vedar mi presencia.
II
Tus bocanadas de desolación definen mi destino. Sigo esperando el colofón de tu camino. Que se resiste a exaltar la asfixia que envuelve tus entrañas. Simulando la angustia que invade a tu cerebro y tortura la sensación de que soy parte de tu ser.

Porque sí... el quid de tu de corazón está aquí... soy parte de ese embrollo sentimental. Soy la causa de tanta infamia emocional. Soy ese exquisito suspiro que deja escapar tu alma. Que tanto niegas, que tanto evades y tanto aclamas.

Soy ese pequeño pedazo de razón que te introduce a la expresión total de sentimientos y trivialidades. Que conducen a tu rumbo... Ese pedazo de coraza que comunica todo lo existente. Que parte de extraños lazos de delirio, exhorta tu presencia y penaliza mi ausencia.
III
Solventa tus sentimientos y pensamientos. Deja escapar la pasión y házle caso al corazón.
Ricardo Jesús Macedo Martínez
20LDPV



Lupita tita

Y así caminaba Lupita, con ese delirante mover de sus caderas que tanto apetecía a los hombres, sobornados por el olor de su melena.

-¡tsssssssss!... ira esa Lupita, está regüena, siempre le he traído ganas desde que éramos chamacos, decía Juanito mientras le daba un trago a su cerveza.

-¡Pero no te pases, carbón!, si le llevas más de 10 años a Lupita… No seas un prángana y mejor di que estas de calenturiento, respondía Mario.
- ¡Jajajaja!, ohh, chingá, si tú sabes que es puro choro lo que te digo, mijo…
- ¡Ni máiz palomero! Si el otro día te vi tratando de ligártela.
- ¡Ohhhhhhhhhh!, bueno, ¡ya, ya, ya! Dejémoslo así.

Los dos quedaron en silencio mientras veían cómo la silueta de Lupita desaparecía al final del callejón.

-Amá… ya llegué, con voz muy baja hablaba Lupita.
- Mi niña, ¡qué bueno que has llegado! Te preparé la comida.

Lupita se fue al final de la casa, giró su izquierda y entró a su alcoba. Cerró su puerta y se desvistió al ritmo de la guaracha sabrosona. Mientras, su madre le preparaba unas enchiladas potosinas.

- ¿Que tal fue en tu clase?, preguntó su madre mientras servía de comer.
-¡Uy amá, re bien!, con decirte que fui la mas aplicada en el examen, saque 7.2.
-¡Qué bien, mi niña!, pero sigue esforzándote para sacar el 8.

En ese instante entró Carolina azotando la puerta y brincando de felicidad.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!... ¿qué creen? ¡¡Vas a ser abuela y tú tía, Lupita!!

Lupita y doña Josefina se quedaron en shock por un instante. No podían creerlo: que Carolina, que tan sólo tenia 13 años, estuviera embarazada.

- ¿Y quien es el padre?, preguntaron al unísono.
- Pus, pus... Adriancito… ¿Quién más puede ser?

Doña Josefina, aunque molesta, no podía reprochar el error cometido por su hija. Ya que ella había concebido a Carmelo cuando también tenía 13 años.

- Mi niña… ¡qué pendeja estás!

Ricardo Jesús Macedo Martínez
20LDPV

Una rosa en mano

Luis caminaba muy lentamente; la tarde era soleada, pero ese ligero presentimiento que sentía su cuerpo no le brindaba tanta seguridad para seguir por ese camino. Se paró por unos segundos, volteó hacia atrás de él, notó que las nubes iban en camino contrario al suyo y decidió sentarse al lado de un gran árbol a esperar que ese malestar se fuera de su cuerpo. Se recostó sobre el pasto y cerró los ojos; de pronto, con una gran aceleración y asfixia, se despertó.

Se encontraba en su alcoba, sentado en la orilla de la cama mirando el libro de poemas de Octavio Paz que le había regalado su prometida. Suspiró al ver el título del libro, pero el suspiro se acabó al recordar lo sucedido. Empezó a llorar fervientemente y se levantó. Caminó hacia el baño, se detuvo enfrente del lavabo y vio su reflejo en el espejo. No era el mismo de ayer, ni de hace un año. No podía perdonarse el error que cometió. Ese mismo error que tanto juzgaba a su alma y que no podía escapar de él.

Cerró los ojos y los abrió, veía las hojas del árbol arriba. El malestar aún seguía. Con traje negro y una rosa en mano, se dispuso a quitarle los pétalos lanzándolos al viento y observando qué dirección tomaba cada uno de ellos. Si uno se dirigía hacia la iglesia, seguiría avanzando en ese interminable camino de inquietud. Pero el viento no estaba a su favor, Todos los pétalos seguían el rumbo de las nubes. No quería creer que el destino estuviera en su contra, o sería que estaba a favor de él. Esa extraña sensación invadía a su cuerpo una vez más.

Prendió la vela y se detuvo frente al retrato. Ese retrato maravilloso donde Paulina se veía más feliz que nunca. Agachó la cabeza y dio un golpe a la mesa. Siguió su camino hasta su habitación. La mesa seguía balanceándose por el duro golpe que había dado; de pronto, la vela cayó enfrente del retrato.

Acabó de tomar la decisión. No estaba dispuesto a seguir su camino. Tiró la rosa, que ya estaba más desnuda que su alma, y se levantó. Miró hacia el horizonte, escuchó las cuatro campanadas de la iglesia y las nubes acompañaron su trayecto.

Desde la iglesia, Paulina logró ver las bocanadas de humo que se escapaban de su ventana.

Ricardo Jesús Macedo Martínez
20LDPV



Hasta mañana…

El baño por la mañana me ha caído de perlas, ahora sólo me falta terminar mi almuerzo. En cuanto termine saldré a mi cita y, claro, sin olvidar lavarme los dientes; que impresión daré si la beso y yo apestando a huevo

Cerré la puerta de mi casa y al guardarme las llaves en la bolsa trasera del pantalón me percate que el maldito pantalón me lo compre sin medírmelo y me quedaba enorme… “Y yo que nunca uso cinturón”; ni modo, a acomodárselo, menos mal que los tenis y la playera estaban impecables, cartera con dinero y celular en la mano.

Caminé hacia el eje uno y tomé un taxi. Tras abordarlo le pedí que me llevara a río Nilo, detrás de la embajada de Japón. Como maldición se soltó una tormenta, confiaba que dejara de llover en cuanto llegara.

El tráfico era terrible, por un instante pensé que llegaría tarde. Más de 40 minutos atorado en Reforma, tiempo suficiente para que estuvieran cayendo sólo las gotas que aún quedaban en los árboles. Sin mas preámbulos, el taxi dio vuelta a la derecha sobre Reforma y siguió por Nilo hasta llegar a la dirección correcta; me bajé y pagué sin ningún problema, toque el interfono de la casa y tras esperar unos instantes me contestó su mamá, quien me dijo que Grisel se quedó con su abuela: “No te esperamos hasta mañana…”

Rodrigo López Tovar
Grupo: 20 LDPM




Y que nos corren…

Era el 12 de febrero, cumpleaños del Mauricio; el “galán” de los de la banda. El ya nos había invitado desde la semana pasada a su casa a celebrar con unas chelas. Sin embargo, no estaba del todo seguro que sus jefes le dieran permiso, pero la invitación ya estaba hecha así es que ya sólo estábamos esperando el fin de semana para caerle de sorpresa en su casa. Pero, eso sí, con regalo en mano: la primera ronda de cahuamas, pero la primera porque las otras se las tenia que discutir el del cumpleaños.

-¡Qué pedo, pinché Mau!
-¿Cómo estas? Feliz cumpleaños, cabron -dijo el “Gato”.
-¿Qué pedo, no la chinguen, ¿qué hacen aquí? Mi jefa no me dio permiso y si los escucha me late que los va a correr a patadas; además, ahí esta mi jefe, hoy no fue trabajar –dijo Mauricio.
-¡No, pues vámonos porque a la niña le pegan sus “papis” –dijo el “Pelos”
-Sí, sí, vámonos, el Mau es bien culero...

Después de despedirnos del “Mau” y diciéndole que se la pasara chido, nos dimos la vuelta y comenzamos hacer planes para, por lo menos, echarnos las chelas antes de que se calentaran.

-¡Jajajajaja! ¡Qué pendejos, se la creyeron toda!, ¡jajajajaja!, ¡qué pendejos están! -gritaba Mauricio.
-¡Pinche Mauricio!, ahora si nos la aplicaste, wey, la neta es que pensamos que sí estaban tus jefes.
-Pues, cámara, cáiganle con los 20 para las otras, porque estas madres ya se acabaron y por ahí se traen algo para comer, porque la neta ya tengo un chingo de hambre – dijo el “Jaimico”.
-¡No, wey, cómo crees! Hace rato me lancé a la tienda a comprar para hacer unos “sanwichs” y también traje unas papitas para botanear, así que mejor con eso tráiganse otras chelas -dijo el Mau.

Después de un buen rato de estar echando cotorreo y con el radio a todo lo que da: ¡Ring¡ ¡ring¡

-¿Donde esta el pinché Mau, creo que tocan el timbre? –dijo Juanito.

Salio a ver quién tocaba y eran sus jefes: se habían regresado de la fiesta a donde habían ido

-¿Qué desmadre tienes, que ni siquiera escuchas el timbre?, ya desde hace como media hora que estamos tocando –dijo su papá.
-¿Y estos cabrones qué hacen aquí? ¡Órale, vámonos de aquí, ya se acabó la fiesta!

Adrián De la rosa Cortés
20LDPV

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