“Se murió la cucaracha…” Pero, no, debía ser más serio. De hecho era cierto: ese que estaba allí, tieso y solemne, era él… Comenzaron a llegar: la tía Josefa, con su bolsa enorme de siempre, y su esposo Lucas, que no dejaba de serle simpático… Y los cuates del trabajo: Miguel, siempre tan ocurrente pero que no da golpe en serio, todo lo deja a medias; y Alberto, puras promesas y cuentos, pero eso sí, muy bueno en el dominó después de comer… Nunca le creí al médico cuando hablaba de bajar de peso, evitar los antojos, los chupes… Lo que más me puede es ella, Argelia, su dolor es real a pesar de tanto que renegaba de mí… “¡Pero no, no entiendes!, ¡vas a seguir así con los amigotes y las copitas!... Ya tuviste un aviso, en casa de tu hermano; se te pasaron las cucharadas y te dio el sofoco, te desmayaste… ¡Pero no aprendes!...” Así había sido: ¿de qué servía que fuera al ISSSTE, que me vieran los doctores y luego olvidara tomar las medicinas?... Y después los dolores esos, que empezaban como un piquete a medio pecho. Entonces comencé a tomar el serio el seguro que me ofrecieron en la oficina; pero siempre fue dejarlo para mañana, para la semana entrante… Y ahora, nada, aquí oliendo flores y velas mortuorias. Uno nunca aprende a tiempo, no se asegura a tiempo…
A tiempo…, a tiempo, a tiempo…
A tiempo tome su seguro:
La Buena Muerte
Ejercicio en el Diplomado en Creatividad Publicitaria Uno
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