martes, 11 de septiembre de 2007

CUENTO - Carolina Enríquez Arvizu

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NEGACIÓN
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Carolina Enríquez Arvizu, 19LDPM
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Óscar tenía esta teoría: Si ignorabas todo lo que sentías, incluido el dolor, todo eso que se encontraba en tu interior se iría. La mayor parte de las veces funcionaba.

Cuando su novia lo dejó por otro, lo aplicó. Y atravesó por ello sin derramar lágrima alguna. Y ahí estaba él…en la Tercera Guerra Mundial. Los Estados Unidos tomaron a cada joven existente sobre ese territorio para mandarlo al campo de batalla. Por supuesto, todo esto había que agradecérselo al presidente Bush.

Óscar tomó un trago de agua y guardó su ánfora. Él había sido elegido, él y sus tres hermanos, después de haber vivido un año ya en territorio norteamericano y haber obtenido la nacionalidad correspondiente. Si hubiera sabido que esto pasaría, definitivamente jamás hubiera cruzado la frontera, pero ahora estaban ahí, peleando como ciudadanos de aquel país.

Tiempo de pelear. Óscar tomo su fusil y corrió detrás de su división. Pistolas disparando, ruidos muy fuertes, explosiones de granadas… todo era tan abominable. El hombre junto a Oscar gritó y cayó hacia atrás. ¡Said! Óscar se arrodillo a un lado de su hermano. Los ojos de Said estaban totalmente abiertos y sin pestañeo alguno, su mano débilmente sosteniendo su fusil. ¡Carajo!

Con la palma de su mano cerró los parpados de su hermano y se levantó de nuevo. De pronto una bala lo rozó, brincó y la pudo esquivar. No hay dolor, no hay dolor… no siento nada. Óscar tomo un respiro hondo antes de colocar el fusil en su hombro y disparar a ciegas algunos tiros. Una cabeza conocida apareció a la vista claramente delante de él. ¡Mierda!, ¿tú también?, ¡no, Carlos!, corrió hacia el muchacho. Era Carlos. ‘¿Carlos, estás bien?’ Su cara estaba pálida. ‘No… creo que me dieron en el pecho… cuesta trabajo respirar…’.

‘¡Carlos, levántate, ignóralo y estarás bien’! Óscar trato de levantar a su hermano, pero Carlos gritó de dolor.

‘¡Óscar, déjame solo, estoy muriendo!’
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‘¡No, párate!’ Carlos no respondió, cayendo hacia atrás débilmente y cerrando sus ojos. ‘¡¡¡Carlos!!!’ No sirvió de nada. Óscar mordió su labio inferior con tal fuerza que sangró.
‘¡Con una chingada!’ gritó antes de levantarse y seguir adelante. Tengo que encontrar a Matías… tengo que encontrarlo… ¿dónde podría estar?


Justo adelante de él. Conocía ese cabello castaño en cualquier lugar donde estuviera. ‘¡Matías, espérame!, gritó Óscar abriéndose paso entre el follaje. ‘¡Carlos!’, el sonido de pasos en el follaje lo hizo detenerse y mirar a su alrededor. A su derecha estaba un muchacho con el cabello castaño, justo como Matías, apuntándole directamente con su fusil. ‘¿Matías?’, el dedo del chico presionó el gatillo y justo antes de que la bala llegara a él, Oscar notó levemente que el muchacho tenía ojos azules.

No era Matías. No hay dolor…

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